lunes, 21 de febrero de 2011

Bob Dylan vs. Bertín Osborne

La guerra del folk


Comparar a estos dos genios de la música siempre nos ha traido muchos problemas a los que entendemos.
Bob Dylan posee una legión de fans en la ultra-izquierda. Agitadores y anti-demócratas que no permiten que se someta a su líder a la crítica y a la revisión histórica que todo buen análisis ciéntifico de la materia precisa. En todo caso, en Me Teneis Contento no existe el miedo a los enemigos de la libertad.

Para situarnos, es preciso indicar la diferente extracción social de ambos cantautores: Mientras que Dylan fue a la Universidad de Minnesota en Minneapolis a estudiar arte, como cualquier pijo que va de listo de su edad, Bertín Osborne tuvo que abandonar la escuela a los dieciseis años al no aprobar el PREU, sin duda a causa de sus ideas libertarias y su talante de artista del pueblo, cualidades que no pasarían inadvertidas para los profesores de aquella España totalitaria. Y, a buen seguro, le ningunearon y suspendieron hasta que tuvo que abandonar el colegio incapaz de sacar sus estudios adelante.

Por otro lado, mientras que Dylan es judío de nacimiento, es decir, que proviene del pueblo que asesinó a Jesucristo. Bertín es descendiente de Tomas Osborne y Mann, un empresario inglés que vino a España con la intención de traer prosperidad a estas tierras fundando una gran empresa que dio trabajo a los españoles harapientos y ha dado más gloria aún a nuestra historia gastronómica con sus populares vinos olorosos.

Además, Dylan, que le usurpó el nombre al poeta Dylan Thomas (se llama realmente Robert Allen Zimmerman), se ha pasado al cristianismo de mala manera el muy chaquetero demostrando que ni siquiera es un tipo de fiar. Y encima fue a tocar para el Papa polaco medio comunista este que ha condenado recientemente la acción de la democracia contra un supervillano tirano-opresor iraquí. En cambio, Bertín ha sido siempre fiel a sus ideas y a su filosofía de esquivar el trabajo manual cueste lo que cueste (por el bien del arte). De hecho, tras más de treinta años en la carretera, daba gloria ver cómo el año pasado seguía creyendo firmemente en los principios que le impulsaron a emprender una carrera artística y declaraba en un periódico: "Yo soy ambicioso en cualquier cosa que me haga sentirme feliz, encuentro la felicidad de otra manera que trabajando" (El Mundo, Domingo 17 de Marzo de 2002)

Respecto a sus inicios en el mundo de la música, hay que decir que los de Dylan fueron fulgurantes. Era jovencito, no tan feo como ahora y tenía muchas ganas de triunfar. Así que se fue a Nueva York, ciudad que como bien sabrá todo el mundo que haya visto Cruising (1980 - USA - Dir: William Friedkin) es un lugar repleto de invertidos de diverso pelaje a cada cual más abyecto - véase Lou Reed, por ejemplo -. Y allí conoció a John Hammond, un amante del swing, el jazz y, por lo general, la música negra, con lo que no sabemos qué encontraría en las composiciones de un judio blancuzco y esmirriao. Turbio asunto que da que pensar y evidencia con casi total seguridad, al 95% prácticamente, que Dylan se convirtió en el pelele sexual del productor a cambio de un contrato discográfico.

Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, Bertín hacía lo posible por no tullir su talento artísitico realizando cualquier tipo de actividad relacionada con, como hemos dicho antes, dar un palo al agua. Pero era una época muy dura y no le quedó más remedio que, en un tiempo record, trabajar y ser despedido sistemáticamente como corredor de fincas inmobiliarias, en una consignataria de buques, en una compañía de seguros y, finalmente, como representante de Sofico, al mismo tiempo que hacía lo que más le gustaba, cantar en discotecas. Pero eran malos tiempos y, lejos de siquiera pensar en ejercer la prostitución masculina como Dylan, optó por la inmigración yéndose a EEUU como todos esos marroquies que llegan hoy exhaustos a nuestras tierras. Muy probablemente la descomunal sensibilidad ante la injusticia social de Bertín se deba a su experiencia como inmigrante en la que se forjó a si mismo en los valores de la superación con una fe ciega en su talento.

Sumidos en la era hippy, Dylan no fue reacio en absoluto a convivir con semejante ralea de drogadictos y filocomunistas, y se junta con drogotas como The Band - grupo que contaba al piano con un muyaidin fundamentalista islámico - para sacarle la pasta a su sello discográfico alquilando una casa en la que meterse con la escusa de que iban a grabar un disco que nunca vio la luz dadas las orgías, sesiones de drogadicción y demás crímenes contra la humanidad que allí acontecieron.
Pero como las imprudencias se pagan, en uno de sus colocones, Dylan coge la moto y sufre un accidente y se parte el cuello, lo que le obliga a llevar una prótesis el resto de su vida.

En cambio, Bertín regresó a su patria y se casó con Sandra Domecq Williams en la Iglesia de San Miguel. Una mujer perteneciente a otra gran familia de los vinos olorosos de Jerez, con amplio patrimonio, de la que se enamoró sin duda por su elocuencia y simpatía. Y por esas fechas comenzó su gran popularidad cosechada a base de trabajarse con ahinco y grandes sacrificios el cirucuito de discotecas veraniegas de la Costa Azul y, en menor medida, por un reportaje sobre su vida aparecido en la revista Diez Minutos, de la que, curiosamente, su tío Javier Osborne era el director. Y al que, sin duda, la entrañable curiosidad fraternal por la figura de su hermano le llevó a realizar el reportaje. Lo que dice aún más de la nobleza de esta familia.

En lo estrictamente artístico, podemos decir que Bertín es un hombre polifacético que lo mismo te canta canción ligera, que una ranchera, que lo mismo te presenta un programa de contactos sexuales completamente borracho, que uno sobre explotación infantil hasta el culo de farlopa. Incluso ha pasado por diferentes épocas artísticas, como los días glam vestido de humanoide futurista presentando Scavengers (A3 - 1995) Por el contrario, Dylan, apenas sabe tocar la guitarra y emitir peculiares sonidos soplándose en la prótesis, pero conocida por todos es su inoperancia a la hora de cantar. Además, en los ocho discos (o más) de Bertín, un nutrido elenco de músicos de primer nivel ha visto culminada su carrera al ver como el Osborne aceptaba sus composiciones para interpretarlas con su genial voz sobrehumana. No como Dylan, que con una carrera irregular ha tenido que solicitar a amigos melenudos suyos que por favor hagan alguna versión de su paupérrima colección de composiciones propias para poder cobrar royalties con los que sobrevivir y pagarse los vicios.

Sin embargo, las masas desinformadas seguirán considerando a Dylan como un genio (!) y a Bertín como un mujeriego irresponsable sólo porque es guapo y liga. El siniestro Dylan verá como le editan un libro en el que se describe a si mismo "Tarántula", y Bertín, todo un poeta que ha acuñado versos tales como: "Cierra esa boca, toda llena de dientes" es marginado por el oligopolio de la comunidad cultural que temen que brillantes razonamientos sociológico-políticos como el dicho recientemente de: "Sí en España el 90% de la gente está en contra de la guerra, y el 90% a favor del Rey, ¿Por qué lleva todo el mundo banderas republicanas a las manifestaciones?" obtengan difusión entre la población y peligren sus privilegios, mientras que el pueblo permanece en el oscurantismo obligados a aguantar a Bob Dylan y privados en su mayor parte del genio artístico y la magnitud humana de Bertín Osborne. Qué mal está el mundo, joder...

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